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"Mezclar la mantequilla con la nata en un cazo pequeño.
Calentar a fuego lento al baño María hasta que la mantequilla se derrita y llevarlo a ebullición. Apartar del fuego y añadir el chocolate.
Taparlo y dejarlo reposar hasta que se haya derretido el chocolate, tras lo cual hay que removerlo hasta que quede una pasta fina y homogénea.
Agregar entonces la yema de huevo, la piel rallada de naranja y el Cointreau y remover un poquito más.
Después de esto sólo hay que dejarlo reposar en la nevera hasta que tome consistencia para poder hacer las bolitas y cubrirlas con el cacao en polvo."
Chocolate...
Por ahora mi gran y único vicio... vuelve a reclamar mi atención un día más.
Y es que este dulce amargo... esta delicia que se derrite en la boca... es la mejor vía de escape que he encontrado hasta ahora para calmar mi ansiedad y mis nervios.
Sé que abusar de él no es bueno (como con todas las cosas, los excesos no son aconsejables) pero si logras encontrar en él la virtud, el punto justo...
¡Qué sería de mi vida sin unos segundos de satisfacción hecha cacao!
No hace falta que las papilas rocen aún su superficie... que con solo olerlo... con solo imaginarlo... ya puedo casi sentir su sabor, su textura... y me relajo al instante.
Ya cansada de escribir sobre mi atormentada mente, ¿qué mejor que hacerlo hoy sobre el mayor de los placeres que he encontrado...? (Si no el mayor, uno de los más placenteros y más accesibles para muchos)
Así pues, hoy toca relajarse, y puesto que las nebulosas siguen allí arriba... me conformaré con un buen trozo de chocolate, que engorda más pero es más dulce... e intentaré poner la mente en blanco (o color chocolate), que ya toca.
Un beso!
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