Pero no lloró con lágrimas líquidas, si no con cristales de caprichosa forma.
Aquel día cayó de lo más alto, un manto de blanca compasión.
Pero la luz de los cristales me hizo soñar desde entonces hasta ahora.
Aquel día recuerdo haber sonreido con tan sólo mirar hacia arriba.
Pero fueron aquellos cristales los que me adentraron en mi misma.
Ya no nieva, ya no caen cristales del cielo.
Pero sus fomas, su luz... son esas pequeñas cosas las que me hacen seguir esperando su regreso... todos los meses de invierno.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjDMBj6QkXrZaR35LqwxSezg_2QE17t0-DfDEU_X4v2Rhi9XtKFkBev24KEcpoiGibSljQk63epNGegDA-BzHqk4mbVwJdaBty_9Ce4-tCpw46vN3ye5JyUl1m496hp0nHsEr6xqsyLwa4_/s320/117381795_0286774b95.jpg)
[Qué bonita sería una Navidad teñida de blanco]
No hay comentarios:
Publicar un comentario