30 de noviembre de 2007

Lágrimas de una flor



Soplé sus semillas, para que volasen en el viento, pero apenas conseguí que la mitad se embarcasen en la búsqueda de mis deseos.

Mi angelito está llorando, pues al quedarse parte en tierra... con la llegada de la noche, añoró los sueños que en él había depositado.

Y el angelito blanco, corazón al descubierto, arrojó lágrimas de rocío al suelo, empapando las verdes ojas que quedaban aún unidas a su tallo.

Pero es que cuando no soplas con fuerza, ni tan siquiera los angelitos tienen el brío suficiente para llevar lejos el mensaje que les concedes.

Mi angelito está llorando, porque apenas me quedan ganas de seguir soplándole.

Me tumbaré al lado del campo de angelitos, esperando recobrar fuerzas, pero ¿quién sabe cuanto tardarán en llegar?

El angelito blanco, corazón al descubierto, conserva sus semillas restantes para cuando mis pulmones puedan empujar el aire para hacerlas volar de nuevo.

Angelito, pequeño angelito... no llores, porque aunque bellas, tus lágrimas sólo conseguirán que tus semillas se pudran.

A la brisa del alba seguí tumbada, entre angelitos y hierba, recobrando las fuerzas para soplar otra vez.

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